Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Mercadurías chinas en Perú

Un comerciante portugués que recorrió Perú durante la segunda y tercera  décadas del siglo XVII, Pedro de León Portocarrero, apenas conocido como el judio portugués, realizó un amplia descripción de la naturaleza y las costumbres del virreinato del sur de América. Tales observaciones se hallan en una obra descubierta a principios del siglo pasado y descifrada podemos decir hasta el año 1958, cuando se definió con más claridad el origen del autor y sus posibles intenciones de localizar oportunidades para el comercio entre Europa y América que escaparan del control español.

Se ha mencionado la posibilidad de que sus observaciones pudieran servir para potencias enemigas a la Corona española, pero sobre todo se descubre el ávido interés del comerciante en busca de espacios para sus negocios. Como extranjero fue rechazado en las regiones por donde anduvo y fue calificado como portugués y además como judío.

Se ha destacado que la obra tiene elementos a favor de la cultura indígena y su crítica a la dominación española. Escribe que los españoles maltratan a los indios que “traen muy oprimidos” y que los religiosos abusan de ellos “sus doctrineros les cogen todo su bien”. Al admirar la obra arquitectónica de los incas hace comparaciones interesantes con otros portentos del mundo:  “Aquí se ven sus piedras de tanta grandeza y tan bien labradas que exceden a todo encarecimiento y lindeza”, al grado de comparar el Camino del Inca con la Muralla China: “le hicieron los indios un camino por las montañas. todo de una igualdad y derecho subiendo valles y bajando montañas y pasando ríos y allanando las mayores dificultades del mundo le hicieron el camino más insigne, obra más excelente que se encuentra en el mundo, porque aquella famosa muralla que tienen los chinos, que los divide de los tártaros, no es más famosa que este grande camino”.

Un punto de interés para el que esto escribe es la descripción que Portocarrero hace de los productos orientales que llegaban a Perú alrededor de 1610 a 1625, cuando él estuvo en el país.  Cabe destacar que este comercio estaba prohibido desde el siglo anterior y sin embargo continuaba impetuoso como un río de productos asiáticos que técnicamente eran contrabando, pero que se amparaban por mil vericuetos legales y la complicidad de la corrupción.

De las mercadurías que vienen a México cada dos años de la China, se llevan al Perú grandes partidas de tafetanes y gorboranes enrollados y otros de librete, damascos ordinarios y damascos mandarines, que los madarines son los señores de los vasallos de la China, y estos damascos les pagan sus vasallos de tributo y otras sedsa, y todos los que se llaman mandarines son los mejores que vienen de la China, rasos de muchas suertes, en particular vienen muchos de lustre blancos de Lanquín, picotes y azabachados, muy lindos terciopelos llanos y labrados, negros y de colores, mucha diversidad de colchas y sobrecamas de muy varios colores. Grandes partidas de cates de seda blanca torcidas de Aucho y Chaguei y Lanquín y muchos cates de seda floja y de matices de colores, tocas de seda para mujeres y tocones. Llévase almizcle, algalia, ámbar negro, muchas y finas porcelanas y otras mil lindezas, y toda es ropa en que todos ganan y se vende bien y se visten de ellos los pobres, porque son sedas baratas y se traen muchas mantas de Lanquín, que son telas de lienzo feito (hecho) de algodón, blancos y azules. Lima es ciudad rica y regalada, la mejor ciudad de la América, abastecida de cuantas mercadurías se benefician y labran debajo del cielo.

Si tales productos se comerciaban a la luz del día, a pesar de las prohibiciones reales, estamos ante una simulación que benefició a comerciantes, consumidores y sobre todo a los burócratas del imperio, desde  Filipinas hasta Perú, pasando por México, de modo tal que el engranaje se aceitaba convenientemente en cada una de las plazas. En las frecuentes declaraciones oficiales, se escribía a la Corona que este comercio no valía la pena y que consistía en mercancías de mala calidad que sólo consumía la gente de bajo nivel. Ello no explica la cuantiosa salida de plata peruana y el ingreso de ingentes cantidades de productos asiáticos de todas las calidades. En próximas entradas intentaré mostrar parte de estos mecanismos amparados en la corrupción y el disimulo.
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Carlos Guillermo Carcelén Reluz, Universidad Nacional Mayor de San Marcio / IFEA, Espionaje, guerra y competencia mercantil en el siglo XVII. El judío portugués Pedro de León Portocarrero, autor de la Descripción del Virreinato del Perú.

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibVirtualData/publicaciones/inv_sociales/N22_2009/pdf/a06.pdf

Fernando Iwasaki Cauti, Extremo Oriente y Perú en el siglo XVI. Colecciones Mapfre 1492, Madrid 1992.



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